miércoles, 27 de noviembre de 2013

Firmar



Lectora empedernida. Todo lo que cayera en sus manos lo leía. Debía ser algo de su niñez. Quizá el escuchar a su padre leerle los cuentos antes de dormir, despertó en ella esa inquietud por la lectura.

Al principio cosas de niñas. Mas tarde de amor y pasión. Normal a los 15 años. Con el tiempo su afición diversifica a los libros de caballería y a los históricos medievales. Pero un día llegó a sus manos unos textos cortos, simples, de escritura sencilla y muy fáciles de leer. Tenían en su sencillez una profundidad en muy alta. Apasionados de emociones, de sueños y realidades, de colores y llantos, la vida real y sin misterios.

Transmitían una necesidad de seguir leyendo esas frases. Hacia recapacitar sobre cada uno de los temas. y todos distintos y todos con continuidad de sentimientos. Empezó a seguirlo. A buscar donde fuera todo lo que este autor escribiera. Y solo conseguía cosas sueltas de textos cortos. Pero aún así disfrutaba con ellos.

Nunca supo cómo se enteró. Llegaría, como todo, por casualidad. El próximo fin de semana firmaba su primer libro en su ciudad. La alegría completa. Los nervios en su barriga. Fue a librería a preguntar por el libro. Y no estaba. Solo el día de la firma estarían a la venta. No dudaría en perder más tiempo, sería la primera en la cola, nadie estaría antes que ella, la primera firma, la suya.

Esa mañana, se vistió con sus mejores ropas, no sabía porque, pero si sabía que quería estar a gusto, que no quería sentir otra cosa, que el placer de que su autor preferido, le dedicara unas palabras en ese libro del que aun le faltaban muchas cosas por leer, y esa satisfacción no podía despertarse con pensamiento de si su peinado estaba bien, y si su falda era muy corta o muy larga. Lo importante era estar pendiente de todo.

Llego la primera, como no. Madrugó tanto que si lo hace un poco antes hubiera llegado de noche. La espera seria larga, pero la disfrutaría mas. La cola fue creciendo, parecía que no era ella sola quien sabia y había leído algo de ese autor, y eso le halagaba mas, no era única, pero si la primera, le gusto ver como la cola crecía.

Por fin llego la hora. Y por donde llegaría el autor?, entraría por la puerta?, y podría tener el placer de conocerlo antes y quizá de hasta tocarlo.
Pero no, al llegar la hora un guarda de seguridad abrió la puerta desde dentro, y como si fuera una ceremonia, comenzó una liturgia prevista, se dispusieron en una cola ordenada, y se desplazaron ante la mesa donde se podían comprar el libro, y justo al lado una gran mesa muy bien adornada con flores y algunos ejemplares ya dispuestos, precedían a la figura de él. Solo, sin nada más que pudiera despistar lo más importante, ser la primera a la que dedicara su libro.
Justo en ese momento de llegar ante él, declino el puesto y lo cedió a la siguiente persona en la cola. Su pensamiento muy acelerado, pensó en la inmensa satisfacción que seria, estar durante todo el tiempo la segunda en la fila, ir cediendo a cada persona su lugar, para no perderse en ningún momento toda la satisfacción de estar a su lado, tan cerca como nunca lo había hecho, tenerlo en su mirada, no perder ningún gesto de su cara, de escuchar cada una de las palabras que les decía a los que por su suerte, les dedicaba antes que a ella.
Fueron más de 4 horas disfrutando de él, de sentir como y porque aquel hombre había sido capaz de cautivarla por completo a ella. Y durante ese tiempo, se cruzaron muchas miradas, al principio de extrañeza, y luego de complicidad. Era como si los dos entendieran el porqué de aquello sin necesidad de hablarse.

Ya no quedaba nadie n la cola, solo ella, nadie más, los dos solos. Y la mirada se clavó en sus ojos, solo hizo falta un ligero movimiento de ella por acercarse para rompe aquel momento,  y como un sortilegio creado durante ese tiempo, solo se pudo escuchar una frase.


Quieres que te dedique el libro mientras cenamos juntos?

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