La vuelta de las vacaciones siempre era dura.
Nunca tenía la sensación de haber descansado suficiente. Y esa ansiedad le
producía tristeza. Pero no había más remedio que volver a la normalidad. Todos
los años igual. Pero este si tenía algo de especial. Su marido se quedaba una
semana más. No las pudieron tomar a la vez. La primera semana estuvo sola,
bueno sola no. Sin él. Porque un padre muy mayor y tres hijos, no se puede
decir eso de sola. Y la pequeña de meses. En el coche acomodó a su padre en el asiento
delantero. Bien sujeto con los cinturones. Y a su pequeña en su silla
homologada y los arneses en su sitio.
La despedida fue triste. Los más beneficiados sus
dos hijos mayores. Ellos tendrían 5 semanas de vacaciones. Su padre cuidaría de
ellos tan bien como ella. Era el mejor padre y aún mejor marido. Pero el
trabajo no entendía de familias desunidas. Así que carretera y vuelta a la
civilización. Y ellos a descansar y tomar fuerzas una semana más.
Tomó la segunda salida a la autovía, era la mejor
en esos días. Menos tráfico. Pasaba por debajo del puente que la cruzaba y que
era el camino que tomaban a la playa cuando iban andando. Se acercaba ya al
puente e instintivamente cerró los ojos. Solo una décima de segundo para ver la
figura de dos niños soltando algo que parecía una piedra.
El impacto brutal destrozo el cristal delantero
entrando aquella barbaridad y destrozando su cabeza. Ya no sintió nada más.
En un sueño muy lejano solo entendía que estaba
muerta y que por su falta de reflejos también estarían muertos su niña del alma
y su padre.
Lo normal es que ese sentimiento fuera muy
negativo. Tristeza, pena, rabia, impotencia, odio, todos esos dolores del alma
que son los sentimientos. Las emociones. Solo una cosa no entendía. Había una
variable que no debería estar en ese momento. Y era la del tiempo. Si estaba
muerta no debería tener la sensación que pasaban las horas. Eso le hizo
reflexionar que su percepción de muerte y la vida estaban equivocadas. Estaba
viva. Viva. Todo cambió a partir de ese momento. Su gran fuerza mental. Su
positividad ante la vida siempre ahora la llevaría a extremos nunca pensados
por élla. Haría todo y más. Por sacar todo lo bueno de aquella desgracia según
los puntos de vista. Su naturaleza fuerte le confirmó que su estado era de
coma, por lo que entendía que debía salir de ahí, pronto y como fuera. A
luchar.
Despertó al cuarto día. Y sus únicas preguntas
fueron por la vida de su hija y su padre. Estaban vivos y sanos. La única
víctima ella. Ese concepto de única víctima no lo asumió. Víctima también era
el chaval que arrojó la piedra. Ya estaba culpabilizado por el mundo. La
justicia, la sociedad. Y hasta su propia familia.
Las heridas eran tremendas. Costillas, columna, la
cara desfigurada, lesiones cerebrales, parálisis en piernas. Vamos una
verdadera obra de arte.
Pues se resistió a pensar en el odio. En culpar a
todo y a todos de su desgracia. Buscó en su interior todo lo bueno que podía
sacar. Más tiempo con sus hijos. Más tiempo con su amado. Mimar a su padre
hasta cuando ya no estuviera. Y mira que unos de los sentimientos fugaces que
tuvo en aquel coma es ¿porqué ella y no su padre?. Por ley de vida debería ser.
Ahora todo eran buenas cosas. Su precioso trabajo lo podía seguir desarrollando.
Solo necesitaba su cabeza. Una directora de la editorial más importante de su
país no necesitaba más. Ni mujer ni hombre. Ella podía. Solo unos ligeros
cambios en su día a día. Le pusieron una silla de ruedas motorizada. Y ya
estaba todo arreglado.
El día del juicio se acercaba, tenía ganas de
volver a ver a los dos chavales. Se acercaron a su habitación el día siguiente
de su salida del coma. No pudo conversar con ellos. Pero ese detalle aun
influyó más en ella.
Cuando el juez le pidió que dijera en la sala de
vista que es lo que había pasado. Ella solo pudo decir que nunca hubiera
culpado a los chavales por su acto. Si ellos supieran de verdad esas
consecuencias confiaba que no lo hubieran hecho. Solo quería como castigo que
durante el tiempo que el juez considerará, la ayudarán a ella en su trabajo
diario. Que fueran sus pies y manos. Que le ayudarán a leer tantos libros como
le llegaban. Que vivieran todo lo positivo de la vida dejando atrás los odios y
venganzas.
Las emociones de su alma solo eran esas.
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