Una vez escribí que cada día vamos colocando ladrillos en nuestra vida. Y aquel día lo vi bien. Hasta bonita la frase. Daba sentido a las cosas que vamos haciendo cada día.
Pero hoy quisiera cambiar esa frase, quitar la
palabra ladrillos. No quiero construir la vida con ladrillos. Ahora me suenan a
muros, a paredes. A separación. No me suenan a cimientos, a raíces. Me creo que
he construido una vida llena de muros que me separan de algo. No que soportan
mi vida. No me dejan ver lo que hay al otro lado. Son una cárcel de lujo a mi
alrededor. Los amigos no disfrutan de
ti. No ven tus ojos. No ríen contigo. Ni lloran al verte triste.
La vida debería construirse con experiencias. Con
sabiduría. Con las ganas de vivir. De ilusiones. De fracasos. De tristezas y
alegrías. De subidas y bajadas. De ganas de hacer algo nuevo cada día. De
romper la monotonía. De salir de la casa para ver las de los demás. De dejar tu
puerta y ventanas abiertas para que entre y salga todo. Que no se quede dentro nada
de lo que tú no quieras.
Y si no, que los demás que te ayuden a sacarlas. Y
tu mirar en casa de tu amigo por si necesita que le empujes. O llamarlo para
que te empuje.
Esos cimientos si me gustan para mi vida, son
mejores que los ladrillos
No hay comentarios:
Publicar un comentario