Al reloj de arena no
le dio la vuelta, simplemente le puso la mano encima y la arena empezó a subir.
No dejó el reloj
hasta que el tiempo recorrió su amargo camino en dirección opuesta al ya
recorrido.
El mundo por un
momento se paralizó y lentamente su sentido de giro cambió de izquierda a
derecha.
Los sucesos acaecidos
se deshicieron a la misma velocidad con la que habían ocurrido.
La sangre volvía a su
cuerpo, el cuchillo salía de su garganta, y los ojos se abrían de nuevo.
El canalla se
retiraba lentamente, como había llegado.
Justo en ese momento
levantó la mano del reloj, sacó su pistola reglamentaria y apuntó certeramente
entre sus ojos.
Juzgado y condenado
por el intento de asesinato de su ex mujer.
Solo el poder del
reloj de arena había conseguido salvar una vida.
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