Mi visión es muy particular de la
esperanza, de la alegría, del optimismo. Sé que está en mi camino, en cada uno
de los recodos de mi vida. Paso a paso quito piedras, doblo esquinas, subo
cuestas, desciendo desfiladeros y muchas veces los obstáculos parecen
insalvables.
Son muros enormes, puertas de
castillos blasonadas, cierres de cárceles imposibles, pero si no puedo saltarlos,
cruzarlas, abrirlas, pues las bordeo, las hago nuevas, o robo las llaves. El
caso es que la ilusión por mi camino no disminuya.
Te atemoriza la decisión no la
dificultad. Puedes doblar el acero más duro, besar la piel más delicada, conseguir
tu meta. Pero te asusta la indecisión de cómo seguir adelante. La duda del
camino, la elección correcta, la vida es la tuya, la que tu camino te lleva.
No tardes en elegir y mucho menos
que tus miedos te paralicen. Tus propias críticas son las peores. Te atan a tu
cobardía. Cuando decides dar un paso es porque te dejaste otro sin dar. Y ese
ya ni vuelve. Arrepentirse es casi siempre no ser consecuente con tu compromiso.
Y la vida es una gran mochila que debes llenar de experiencias. No de errores.
Ni de problemas. Solo de veteranía.
Y hay otra cosa, de cada
experiencia que vivas reflexiona, vívela en su máxima intensidad. Párate un poco a disfrutarla, en aprender de ella. Se
guardará en esa mochila. Y quizá te haga resolver con mayor rapidez y seguridad
situaciones venideras.
El camino, tu vida está lleno de
luces y sombras. De negros y blancos. De malos y buenos. De señales de aviso, esas
que te llevarán a cumplir tus sueños, tus ilusiones, tu esperanza, tu
alegría.
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