Un sueño extraño de superación y
autoestima tuvo aquella noche. Alguien que era el último mono de la clase
después de 16 años. El títere al que todos tiraban bolas cómo centro del mayor
desprecio y sobre todo Carlos. Era el canalla mayor, ser despreciable hasta el
extremo de haber mirado el suicidio en más de una ocasión. De palizas tanto
físicas como psicológicas estaban llenas las más de 500 semanas de su vida
paralela a la de Carlos.
Aquella mañana de vacaciones
sufriría de nuevo el acoso de Carlos en sus marchas a lo largo de los
acantilados. Le gustaba a primera hora de la mañana, sin testigos que le
molestara en sus largas caminatas. Pero ese Carlos le buscaba casi siempre para
mofarse de él.
Venía a su encuentro corriendo,
era un gran deportista.
Pero a la segunda palabra de
insulto, tropezó con una piedra y cayó por el acantilado.
Nunca más bajó su autoestima.
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