El despertador ya lleva dos días sonando
y no es lo mismo que la semana pasada, cuesta levantarse, los niños ni siquiera
se despiertan. Que cambio con dos días solo. Saltaron de sus camas sin esperar
que el despertador sonara. Hoy hasta las sabanas pesan más. La manta ni quiere
moverse. Y la cara del espejo solo refleja enfado. Vuelve la rutina, vuelve la
monotonía. Llevarlos al cole, correr al trabajo, ir a la oficina de Inem.
Hablar con la compañera del próximo puente. Que ni se sabe en qué trimestre lo
habrá.
El frío de hoy es el doble que el
de ayer y los rojos y luces de las calles dejan paso a unas ramas de árboles
secas y desnudas. Este fin de semana hay que vestir de nuevo al frigorífico. Y
las rebajas ya andan en los escaparates. Vuelve la rutina y la monotonía.
A oír a Carlos herrera decirnos camastrones.
Hay que levantar el país. Hay que pagar las pensiones. Los abuelos a recoger a
los nietos y los camiones de basura a trabajar menos después de tanta caja y
papel de regalo. Vuelve la tranquilidad y el frío del invierno. Y dentro de dos
días la cuesta. Sí, la de enero. Esa de todos los años. La que siempre está y
siempre se llega. Le podían quitar el nombre. Y dejarla en desierto de cartera.
Suena más real.
Bueno. Todo pasará y volverá en cuatro
días la primavera. A esperar.
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