Esta mañana volviendo a casa,
casi saliendo el sol, me fijé en el cielo como sus colores cambiaban del negro
al azul maravilloso de esta tierra. No sólo vi el cambio de colores. Vi una
bandada de pájaros volando. Algo muy natural y lógico. Los pájaros vuelan. Pero
estos tenían algo de especial. Volaban en vértice. Uno delante y el resto en
perfecta desfile de vuelo. Eso lo hemos copiado de ellos, cuando nuestro
aviones vuelan en formación. En ese momento me di cuenta que esos pájaros
tenían una lógica de volar. No volaban de un lado a otro porque si. Necesitaban
volar así porque su destino era el necesario. Es más, pensé que muchos de ellos
ni siquiera sabrían cual y como era su destino. Era su primer viaje. Y para
mejor entenderlo saqué mi teléfono. Tiene una aplicación de brújula. Y me
indicó claramente su destino por la dirección que marcaba. Doñana. Era la
migración de más cantidad de pájaros que jamás había visto yo. No sé cuantos,
pero seguro que miles. Eran los Malvasía Cabeciblanca.
Tardaron más de diez minutos en
cruzar el vuelo al que yo miraba.
Me hizo reflexionar mucho. La
vida. Los cambios de estación. El cambio de casa. La comida. Los amigos de
viaje. Una casa nueva, amigos por descubrir. Cosas que ver, más curiosidades de
la vida. Un amor más. Cuantas cosas me hizo reflexionar la simple mirada a una
bandada de pájaros.
Su vuelo continuó hasta que mi
vista no alcanzaba a ver la mancha en el horizonte. Una paz me quedó dentro
sabiendo que aun siendo nómada se puede ser feliz en cualquier sitio donde tú
hagas tu hogar. No importa el sitio, el clima o los que te redondeen en ese
momento.
Tu harás de tu vuelo tu vida.
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