Toda la noche sin dormir. Dando vueltas en la cama
con los cien problemas en la cabeza. Los problemas del día a día.
El trabajo precario que tengo. Nunca sé si este
mes llegaré a la oficina del paro a ponerme en su cola. La pensión de mi ex,
que la veo en la cuenta de uvas a peras. Y siempre con el miedo que deje de ingresarla.
Mis dos hijas, en la edad del pavo total, que un día perderían la vida por mi y
al otro ni verme quieren. Que una mirada mal entendida con mi amiga del alma
hace que nos pasemos una semana sin hablarnos. Que un bocadillo de tortilla es
la comida de mañana con un vaso de agua del grifo. El frigo esta desenchufado.
Los remiendos de la ropa ya no pueden acoger más agujas. Con una fiebre tonta
que me lleva de cabeza ya cuatro días.
Y al levantarme destrozada miro por la ventana y
veo la imagen más maravillosa de la vida. El nacimiento de un nuevo día. La luz
de ese sol. Eso es lo único que queda al final.
La satisfacción de ver como somos capaces de
renovar todos los días las fuerzas vencidas en la oscuridad de la noche.
Volvemos a llamar a la amiga, buscamos de las hijas la comprensión, la pensión está
ingresada, la fiebre desaparece, un nuevo amor por encontrar y el trabajo, aun
con dureza, permanece un mes más.
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