El
sueño era agitado, casi tenebroso, daba vueltas sin cesar. El sudor frío le
recorría la nuca. Por fin despertó asustado, recordaba el sueño. Se había
dejado las tumbas cerradas y eso le podía traer consecuencias irreparables.
Salió rápidamente a la ventana. Abrió el balcón y observó el cementerio. Todas
las tumbas estaban abiertas. Respiró hondo y se tranquilizó. Los miró a todos y
los muertos vivientes siguieron su trabajo de noche
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