Dicen que por la ley de
protección de datos no pueden decirte el número de habitación de tu padre en un
hospital. La salvaguarda de la confidencialidad es total y absoluta, los
expedientes médicos de cada paciente custodiados a buen recaudo. La información
médica solo se da a personas autorizadas.
Hemos vivido una situación médica
estos días. Pero que no es importante ni exclusiva. Y este caso tampoco es algo
extraordinario porque esta todos los días, en todos los hospitales, en todas
las ciudades están ocurriendo casos parecidos y hablar de médicos siempre es
hablar de algo que no funciona correctamente y que nos impide una normalidad en
nuestras vidas. Todos hemos pasado alguna vez en nuestras vidas situaciones
así. Unas veces de paciente. Otras de familiar o amigo.
Y volviendo a esa gran intimidad
de la ley de protección de datos. De tantos ejemplos, de expedientes tirados a
la basura por negligencias de unos buenos otros, de las grandes sanciones
impuestas. Pues ahora cuento como nuestra intimidad más preciada es
vilipendiada hasta extremos inconcebibles.
Nunca nos habíamos parado a
pensar como el trasiego de camas, camillas, sillas de ruedas, por pasillos,
corredores, salas de urgencias, son una y otra vez puestas de manifiesto dando
la publicidad más absoluta a tu apreciada intimidad de tu salud.
Queda expuesta a caras
desconocidas, a conversaciones indiscretas hasta el máximo. Ni puedes traspasar
la puerta de una consulta pero si pueden pasearte con una cama por todos los
pasillos de un hospital. La entrada, las consultas. Los ascensores atestados de
visitantes que observan como un celador te mete en el ascensor y avisa que
entra una cama con enfermo, y permanecen un tanto impasibles dentro, leyendo
claramente tu historial médico que lo tienes encima de tus piernas con las
muestras de sangre y orina, que hace un rato tenían que llevar a los
laboratorios. Viva la intimidad, viva la protección de datos de la sanidad.
Viva la curiosidad de la gente leyendo que rara enfermedad tiene el enfermo de
la cama mientras suben juntos los cuatro pisos. Curiosidad, morbo,
indiscreción. Todo. Y qué más da que seas el famoso de turno que la persona más
discreta del universo. Todo es público a partir de ese momento. Ser el cotilleo
de todos y estar en boca de cualquiera.
Bendita ley de protección de
datos. Bendita
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