Pelea extraña entre Muérdago y Acebo. Riñas por
supervivencia en el tiempo. Imposición de dogmas y criterios. Verdes y rojos.
Druidas y demonios. Sacerdotes cristianos y religiones paganas.
Pelea
sangrienta entre el rey Roble contra el rey Acebo, por imponer el frío crudo
del invierno sobre el calor plácido del verano. Y todo esto sin llegar a los
gélidos días de guerras fratricidas entre los señores de esta estación. Acebo y
Muérdago.
Pero
qué más da, un rey Acebo que un rey Muérdago. Son dos bellezas que solo nos
hablan de recuerdos y añoranzas. De Navidad y nieves. De cariño y amistad. De
ilusiones y amor. De tristezas y penas. De vida y muerte. De esperanza de
calor.
Que
el Acebo de rojos y el Muérdago de blancos, es su única distinción.
Son verdes todo el año y aguantan los calores
y los fríos. El estío y el agua. No hay sacerdote galo, ni sacerdote romano,
que nos quiten la complacencia y el gozo de tener al muérdago y al acebo por
compañía esta navidad.
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