Reconocido chef español entró a
comer a un restaurante de cierta categoría y por deformación profesional iba
mirando cada uno de los elementos de ese establecimiento, reconociendo en cada
momento que estaba bien y que mal. Una cubertería especial, una vajilla de
diseño, una mantelería de hilo de Escocia, en fin, su ojo crítico iba
desgranando las peculiaridades del sitio.
Un fabricante muy considerado de
cerámicas de suelo tenía el consabido problema de reconocer la calidad de todos
los pavimentos que pisaba, su profesionalidad le llegaba a extremos de saber de
qué materia prima estaban hechos y su lugar de procedencia.
Un director comercial de una
afamada empresa de aluminio no dejaba de tocar ventanas y puertas por donde
pasaba. Adivinando su procedencia, la competencia y la calidad.
Dicen que los números hablan, se
recuerdan. Hay quien puede memorizar las matrículas de los coches, los números
de teléfono. Algo realmente intrigante. Pero identificar números con caras.
Unir una cifra a una persona, es algo que me asombra. Y más en estas fechas.
Hoy es el día de la Lotería por
excelencia. Y eso que hay más de 100 sorteos al año. Pero el 22 de diciembre es
la fecha de la suerte o de la salud. Hoy salen esos números mágicos que todos
ambicionamos tener en nuestras manos y verlos salir de esos bombos y colocarse
en esos alambres, cantados con un soniquete que todos reconocemos. Y a las dos
horas las loterías se llenan de parroquianos a enterarse de su suerte o la
suerte de los demás. Son los periodistas, junto con los banqueros, los más
interesados en saber de los afortunados. Y el dueño, dueña, empleado, empleada,
cuentan y recuentan los décimos vendidos, los números de su despacho de lotería.
Y lo asombroso es que son capaces de recordar los números vendidos, el día que
lo vendieron y más espectacular, a quién, cuándo y cuántos décimos. Alucinante
esa deformación profesional. Es su trabajo, seguro que tienen muchos abonados,
los mismos, durante años. Esos sí. Se recuerdan cómo el fabricante de cerámica
o el chef viendo un alimento, pero esos números nuevos, esa serie única que
nunca se tuvo, esos decimos sueltos vendidos llegados por casualidad a la
lotería y esos dueños o empleadas, son capaces de unir la cara, al décimo, al
día, a la hora.
Me asombrará siempre esa facultad
profesional.
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