Sus miradas sabían expresar sus
sentimientos, transmitían su complicidad y sus ilusiones. Se veían poco,
encuentros fugaces, pasillos llenos de gente. Entradas en ascensores atestados.
Pocas palabras, muchas sensaciones en sus ojos. La vida cotidiana era bonita y
dura a la vez. Los días eran eternos y efímeros otras veces. Siempre al
contrario de lo deseado. Tan cerca y tan lejos. Juntos en el mismo edificio, aquel
grandioso hospital. Unidos por una misma oportunidad de servicio a los demás.
Sus vidas personales eran muy
complicadas. Y la necesidad de no implicarse en otras por hacer sufrir,
llevaban al efecto contrario en élla. Cuanto más se apartaba, más lo deseaba. Notaban
que sus corazones vibraban pero no en la misma sintonía que necesitaban.
Pasan los días. Las miradas
frustran. Las vibraciones son de sinfonías lentas y de notas tenues. Ya no
explotan en óperas de Wagner. Se distanciaba el amor. Ese amor que te llega sin
que lo busques.
El dejó al amor antes de hacerla
sufrir. No quería implicarse en vivir junto a ella, hasta que su cáncer le
diera una esperanza cierta o un fin seguro.
Nunca se sabe cómo reaccionamos
ante el amor hasta que no lo vestimos a nuestro gusto.
Cruel y triste, pero cierto en muchas ocasiones. Compartido...
ResponderEliminarSí Fernando y en este caso es un hecho real, descrito desde el corazón. Un abrazo y gracias por compartir
Eliminar