En la vida hay momentos de decir
basta. El seco momento que pasa tu garganta al no tener una solución, no puede
hacerte seguir en una huida hacia delante. Basta de escapar, basta de hacer lo
imposible por conseguir lo imposible. No harás más cosas mejor por esforzarte
más en hacerlas. Basta. Para. Serénate. Siente tu energía como se diluye en
esfuerzos infructuosos. Percibe como tu ahínco se vuelve infructuoso. Degenera
en desesperación tu esfuerzo. No sigas, detente. Recapacita. Date un alto y
frena.
¿Ya? Ahora con esa calma del
sosiego, con ese tiempo transcurrido, con la distancia que te permite ver con
claridad el bosque lleno de árboles. Cuenta uno a uno los pasos que anduviste.
Sí. Uno a uno. Cada cosa que fuiste moviendo, cada esfuerzo donde salía una
gota de tu energía. Mira esos logros a medias que no sirvieron para el fin que
tu buscabas. Ni has mejorado ni has conseguidos tus metas.
Recapacita en esa serenidad. Observa
tus errores. Compáralos con otros en los que el fin si fuera satisfactorio.
Siente como llega de nuevo tu fuerza, tu energía, tu poder. Sí. Ahora ves con
más claridad tu nuevo camino, sabes cómo canalizar tu trabajo diario para el
buen fin. Que los resultados sean los esperados. Ahora es cuando el esfuerzo es
menor, consigues antes y mejor las cosas que buscabas. No estás solo. Mira, ve,
observa, presta atención a esas señales. Hay gente en tu camino que re da
fuerza, que te trasmite energía buena. Síguela. Ahora no dudes. Ahora sí. Ahora
puedes. Avanza, corre, no te detengas, con menos harás más. Mucho más. Y serás
consciente de tu ambición.
Ahora si eres un ganador de la
vida. De tu vida. Estas satisfecho. Ahora eres feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario