Deja que el espejo refleje tu vida llena de miserias.
Nunca te viste en la cruda realidad. Ahora miras tu ajada cara, llena de
arrugas y cicatrices de angustias. Vacía está tu habitación donde nunca
descansaste y siempre dormiste. Escuchas tus llaves abrir tu puerta y miedo te
da descubrir quién hay. El tiempo ya pasó de tu juventud libertina, besos
desnudos sin calor de amor, deambulan detrás de tu puerta, y quién sabe si
encontrarás voces de cariño, o de reproche, o de aliento, o de no hay nada.
Tu vida es lo que has hecho. Tú miras tu espejo. Tú miras
quién eres. Y miedo te da de ver lo que eres. Buscas los pasos atrás. Y
tropiezas en los tuyos. No hay camino de vuelta, hay que mirar sin piedad.
Saber que cada error es una cicatriz que te mira con dolor. Las lágrimas solo
son agua que mece tu canoa, tu pasado es la estela de agua que se fue borrando
lentamente a tu paso.
Enfréntate a tu espejo. Mira tu cara, deja que tus ojos
se vuelvan niños, descubre la manta de tu cabeza y llora dulcemente. Añora tu
nacimiento, vuelve a tu principio, busca el pezón de tu vida y vuelve a
empezar. Nunca es pronto y nunca es tarde. El tiempo solo es una cuarta
dimensión a la que podemos jugar. Atrás y a delante. Aquí y ahora. Nunca o
siempre. Escucha tus voces, oye tu conciencia, siempre en tu oreja, haz caso al
espejo. Hazte caso por favor.
Despierta de tus heridas abiertas que sangran de rojo
salado. No se curaran con solo quejarte, del dolor que rajó tu corazón. Deja
caer, gota a gota, esa sonrisa que en tu vida viste en aquel espejo.
Limpia el vaho de tu agobio, retumban las risas en el
alma vacía llenándola para encontrar tu rostro olvidado. Alivia la pena con el
paso del tiempo, minuto a minuto anda tu desconsuelo alejándose rastreramente,
huyendo de tu esperanza que lenta e inexorable llega.
Cura pero no olvida. Despierta ya. Repinta tu vida de aroma
de almohada y endulza tu corazón de esencia de amor.
Despiértame corazón
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