El
hule huele a húmedo, siempre se lía en el tubo de las telas, no se termina de
secar. El candil alumbra tan poco que tus sombran son fantasmas de la noche.
Las rendijas de la puerta dejan pasar las hirientes navajas del frío cortando
nuestro aliento en nubes de hielo. Al
cerrar las ventanas ya contemplas el interior y te das cuenta de la inmensa
pobreza en la que vives.
El camastro con jergón es tu
cobija para la noche. No huele a comida. No hay. La cabra del redil es tu
compañera de vida. Las cuatro plantas del huerto tu único alimento. ¡Qué
llueva! Así te lavarás. Zurces tus jirones con hojas de esparto. Andas
descalzo, las abarcas hace tiempo que desaparecieron.
No sabes que la guerra
terminó hace tres años y sigues escondido. Tu cabeza te lleva muchas veces a
aquellas palabras que un día te dijo tu madre: "huye, corre, escóndete, no
vuelvas, te matarán. Eres el único hombre, irás a la guerra y morirás".
Estas muerto en vida
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